Ultimo día de bici con una etapa que presumiblemente se veía imposible de realizar visto los resultados de los otros días, ya que pese a que gran parte del recorrido era de descenso, había que superar primero el paso del Mureto de 2.600 mt y luego rodar hasta Colico en una etapa que al final sumaba más de 100 km. Por otra parte, si nos adentrábamos en el valle del Mera nos quedábamos sin el comodín del tren que sigue el río Adda. Pese a todo, nadie quería ser el que propusiera que la modificación del Planing. Así como quien no quiere la cosa, acordamos que haríamos la primera parte del recorrido y después ya decidiríamos...
La verdad es que si hubiéramos tenido intención de hacer el paso Mureto hubiéramos suprimido la subida innecesaria por las pistas de esquí del lago Palu, pero nadie dijo nada.
Plano en mano buscamos el sendiero que por la noche se había marcado como posible alternativa y efectivamente no nos defraudo. Éste era un magnifico camino empedrado que iba bajando hasta Chiesa. Al llegar a este pueblo nos detuvimos junto a un curioso club de tenis metido entre los pinos, al cual los tenistas no podían llegar con sus flamantes coches, sino que tenían que subir un trozo del camino empedrado. De allí, nos salio un joven que nos empezó a explicar todos los caminos que teníamos que coger pero como era imposible retener tanta información seguimos nuestro camino suponiendo que en gran parte coincidiría con sus indicaciones.
Continuamos bajando un poco por asfalto, luego cambiamos de margen para coger más tierra, pero en un tercer tramo de sendero, éste dejo de bajar y empezó a subir cada vez con más pendiente, por lo que la tropa se reveló. Giro de 180 grados y continuamos avanzando, ahora si cuesta abajo pero por asfalto. Al llegar a la carretera y cambiar de nuevo de vertiente vimos una señal de ruta cicloturística que nos condujo de nuevo a un sendero de tierra cuyo nombre coincidía con uno de los que nos había dado el italianini del tenis. Así por magníficos caminillos serpenteantes llegamos a Sondrio. Al llegar allí se notaba que estábamos solo a unos 300 mt ya que hacia un calor infernal. Ahora solo había que ir a buscar de nuevo el sendiero valtellina y bajar unos 30 km hasta Colico. Pero de nuevo la tropa no quería avanzar y renqueaba mientras Gerardo decía que no se encontraba bien y los demás ponían cara de pocker. Así :
“CAUTIVO Y DESARMADO, EL EJERCITO SECTARIO SE RINDIÓ. LA GUERRA HABÍA TERMINADO”.
Cual batallón derrotado fuimos a la estación y al llegar el Tren, empezaron los empujones y prisas para subir al vagón de carga. Mientras un italinini con alforjas, se entretenía bajando pausadamente como si quisiera que nos quedásemos en tierra mientras el maquinista no paraba de pitar indicando que iba partir. No hubo compasión para con los derrotados y las puertas se cerraron. El Randino en un último ataque de furia coloco su casco entre las puertas y estas se volvieron abrir. Como locos conseguimos subir, aunque el pobre casco specialized sufrió las consecuencias y quedará como recuerdo de la cruenta guerra. Mientras abajo, quedaban unas chicas biker que no quisieron luchar para subir al convoy. Una vez dentro del tren nos acomodamos como pudimos y llegamos a Cólico. Al llegar allí algunos creían que ya habíamos llegado a nuestro destino final, pero no era así, la ciudad de Cólico no nos quería y nos mandaban hasta una remota península en medio del lago a unos 6 km. Así el derrotado pelotón reinició la marcha con un pedaleo cansino y tras subir las leves rampas de la península de Piona llegamos al ansiado hotel.
La verdad es que el establecimiento estaba magníficamente ubicado con unas vistas impresionantes sobre el lago. El único Handicap era que éste, estaba orientado a Oeste y no tenia aire acondicionado por lo que hacia un calor impresionante que no conseguían mitigar los ventiladores coloniales del techo. Supongo que por esa razón en verano ofrecía precios tan buenos. Ocupamos nuestras grandes suites sintiéndonos como en las películas de guerra cuando un pelotón de soldados ocupa un palacio abandonado y desparrama sus trastos por las sofisticadas habitaciones. Después de ducharnos y descansar un poco, este narrador se fue a pasear por el solitario monasterio benedictino mientras Fernando cumplía con sus obligaciones dominicales y el resto de besugos se apoltronaba en una habitación para mirar las carreras de motos, medio tirados por los butacones y alfombras mientras los querubines de las paredes los miraban con cara picarona.
A la hora de cenar decidimos ir a otro hotelillo más modesto y más acorde con nuestra condición pese que a unos cuantos, se ve que afectados por el estilo aburguesado y decadente del lugar, decidieron comer espaguetis con mejillones. Paseíllo con nocturnidad por unas calles sin alumbrado y a dormir bajo el murmullo de los ventiladores mientras un grupo de alemanes ebrios contaban batallitas en el jardín del hotel. Ya solo quedaba el simple tramite del regreso.
2 comentarios:
Vaya pandilla! menos mal q la cosa se arregla, a ver ese sprint final...
Eran spaguettis fruti di mari y estaban buenísimos.
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